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 Una tragedia de proporciones devastadoras sacudió el poblado de Yelwata, en el estado de Benue, Nigeria, donde al menos 200 personas, en su mayoría cristianos desplazados, fueron brutalmente asesinadas por presuntos pastores fulani armados. El ataque ocurrió la noche del 13 de junio mientras las víctimas dormían en refugios improvisados, luego de haber huido de la violencia en otras zonas del país.

Los atacantes, según testigos, llegaron en motocicletas, armados con fusiles, machetes y bidones de gasolina. Tras intentar sin éxito irrumpir en una iglesia donde se encontraban cientos de personas, se dirigieron al mercado local, donde incendiaron los refugios y dispararon a quienes intentaban escapar. La mayoría de los fallecidos son mujeres y niños. La Policía y el Ejército llegaron al lugar recién en la mañana, cuando el daño ya estaba consumado.
Organismos internacionales, como Ayuda a la Iglesia Necesitada y Open Doors, han condenado enérgicamente esta masacre, señalando un patrón de ataques sistemáticos contra comunidades cristianas en la región. La tragedia ha generado reacciones también desde el Vaticano y el Departamento de Estado de EE.UU., que exigen al gobierno nigeriano garantizar la seguridad de su población y sancionar a los responsables.

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